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jueves, 2 de diciembre de 2010

CON 6 PARA SEPTIEMBRE, SIN JULIO Y SIN CALMA

Nieva y tiemblan todos los recuerdos sal para mis ojos, cuencos de mimbre para la risa. Nieva y cientos de manos intentando arrancar las señales de stop que cortan la luz. Puntos suspensivos con cucharita de café con 6 para septiembre, sin julio y sin calma. Pero nieva. Porque quiero. Porque quise. Porque querré. Porque dejamos de jugar a perder. Amanece en la tinta y sus costuras y borra el camino desandado. Y nieva para alumbrar los países en los que quiero estar. Nieva y caen amantes conversos fuego para los versos, sedal de barro lleno de brisa. Nieva y miles de ojos pintando un lugar padres de niños que preguntan por qué con 6 para septiembre, sin julio y sin calma. Pero nieva. Porque amo. Porque amé. Porque amaré. Porque nos hartamos de doler. Recurre las multas, el alba a oscuras y despega la piedra, el pecho helado. Y nieva para enhebrar las nubes quiero escuchar. Nieva y caigo. Nieva y siento. Nieva y sonrío. Cuánto tiempo. Pensaba que ya no volverías.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Por favor un memorándum


Esto no es un libro prohibido.
Nadie ha trazado sus signos en tiza
sobre la piedra negra.

Por favor, un memorándum
o una grabación fonográfica, piden por aquí.
Para estos enfermos que se creen hornos
y cuecen errores que son como ladrillos.

Sus gafas fueron el mapa de la ciudad.
Pasos, como paradas de autobús,
como el violeta de las uñas de esa mujer.

Humo y cuentos, puestos de algodón
en la cartografía de la luna. 
Un hombre que tiró a la papelera
recuerdos de velas izadas.

En la radio del coche o en el jazmín de la noche.
Venas que marcan los aciertos, no el futuro,
de los libros abiertos por el final.

Muy mal. ¿dónde está el discurso?
¿Dónde los gatos negros
y los paraguas abiertos antes de tiempo?
Un octubre con medusas y una torre.

Un martín pescador que te salva, a tiempo,
de un ¿bailas?.
Sí, pero no toques tanto.

miércoles, 30 de junio de 2010

Con paraguas alemán y tono de Podestá

Verán, vivo en el tejado,
de un edificio, en el que el 10,
se instaló un inquilino,
con paraguas alemán
y tono de Podestá.

Cada tarde, nuestro varón, puntual,
a las cinco, interpreta
una aria distinta.
Y cada domingo, un tango de Eladia.

Y no sé su nombre
ni su profesión.
Ya se lo dije al gato
(cuando está enseñando a volar a la gaviota
y se pone nervioso, y me acribilla a preguntas).
Pero, chico, le dije,
deberías haber escuchado ayer
Nessum Dorma.
Con escalas de Rivero y nostalgias de Poveda.

Justo, le estuve escuchando,
naciendo,
en mi habitación,
justo entre la chimenea
y la parabólica de la TDT.

Anteayer, me pilló en la cocina,
la que comparto con Renée, la gaviota,
que curiosamente no para de leer
no sé qué historias de un erizo.

Acabábamos de saludar a la avioneta roja,
que siempre pasa
con cinco minutos de antelación,
para buscar
no sé qué planeta y agua y maíz.

Y siempre cinco minutos tarde,
vemos que encienden el faro,
que da luz, sí,
pero yo diría que parecen llamas.
Llamas que parecen huir del presente,
nunca del pasado.
Con las agujas algo desmagnetizadas.
Nunca encuentran,
porque no tienen ni puñetera idea
de qué están buscando.

La semana pasada
pasaron cerca caminos de olvido
y tierra en los ojos,
De vidas desplazadas, paralizadas.
Hambre, horror, cristales rotos.
Éxodos y minas que te obligan a pensar
"esto es un sueño que pasa".

Por suerte,
son las cinco.
Por suerte,
siempre hay un refugio.
Para nosotros.
Pero,
¿y para ellos?
¿y para ellos?