-bañarse en la piscina cuesta 3 euros; la “hipoteca” de una vivienda, 15 euros al mes; llevar al niño a la guardería con comida incluida, 12 euros mensuales…
-su actual alcalde,Juan Manuel Sánchez Gordillo, que no tiene sueldo por su cargo
-1983 comenzaron a ocupar pacíficamente el cortijo de El Humoso, perteneciente al duque del infantado.
http://davidvalpalao.blogspot.com.es/2011/02/marinaleda-la-utopia-real.html
"En la provincia de Sevilla, a 108 kilómetros de la capital, existe un
pequeño municipio de 2.700 habitantes, Marinaleda. Seguro que muchos de
vosotros habréis oído hablar de él, pero estoy seguro de que otros
tantos lo escucharéis por primera vez. Tuve constancia de la existencia
de este pueblo hace varios años y, desde entonces, nunca ha dejado de
sorprenderme. También es cierto que son muchos los detractores del
sistema que se emplea allí, así que voy a contaros un poco por encima en
qué consiste para que podáis opinar acerca de él.
¿Es
Marinaleda una utopía hacia la paz? Al menos eso es lo que reza en su
escudo. Pero les dejo unos datos antes de empezar: bañarse en la piscina
cuesta 3 euros; la “hipoteca” de una vivienda, 15 euros al mes; llevar
al niño a la guardería con comida incluida, 12 euros mensuales…
Sánchez Gordillo
¿Y
esto cómo se consigue? Con años de lucha. Porque Marinaleda es un
pueblo rebelde, revolucionario y que siempre ha salido a la calle a
reclamar sus derechos. Todo comenzó en 1979. Por aquel entonces, su
actual alcalde,Juan Manuel Sánchez Gordillo, que no tiene sueldo por su
cargo, se presentó por primera vez a las elecciones por el CUT
(Colectivo de Unidad de los Trabajadores – Bloque Andaluz de
Izquierdas), acogido actualmente bajo las siglas de Izquierda Unida.
Marinaleda
era un pueblo a la deriva. Sin trabajo y sin vida. Las grandes
extensiones de tierra que circundaban el municipio pertenecían a
poderosos terratenientes que las tenían en barbecho, sin darle uso
alguno. Hasta que los vecinos no aguantaron más. Sánchez Gordillo
consideró que tenía que poner de pie un poder contra el poder, un
contrapoder que supiera oponerse a los muchos beneficios que tenía la
burguesía para alcanzar los derechos que siempre se había negado a los
jornaleros, vecinos de su localidad.
Tras ganar las
elecciones, el nuevo alcalde puso en marcha un poder municipal con el
objetivo de ocupar la tierra de forma pacífica para dar trabajo a los
jornaleros. Pero para poder quitar las tierras al duque del infantado,
que era el legítimo dueño, había que recurrir a una vieja ley olvidada
en los cajones de la administración pública que decía que cuando se
ponían nuevas tierras en regadío, a ese propietario se le podía
expropiar buena parte de ellas. Las tierras del duque eran de secano,
por tanto y tras repetidas huelgas de hambre por parte de los vecinos
exigiendo trabajo, decidieron que la única solución era pasar al ataque.
En
1983, resolvieron que había que ocupar el pantano de Cordobilla para
reclamar agua para regar la tierra. Allí estuvieron durante 30 días.
Construyeron un campamento para poder refugiarse de la lluvia y del frío
de aquel mes de marzo. Al final, decidieron enviar a un grupo de
mujeres al Coto de Doñana que era donde estaba de vacaciones el
presidente Felipe González. Rodearon la zona de descanso de González con
paciencia y firmeza y, al final, el presidente no tuvo más remedio que
citarles en La Moncloa y permitirles el uso del agua del pantano.
Ocupación de la tierra
Con
esa victoria, los ánimos de los vecinos aumentaron, aunque también
había muchos trabajadores de Marinaleda y de pueblos limítrofes que
veían a los revolucionarios como utópicos antisistema. Pero siguió la
lucha. En aquel lejano 1983 comenzaron a ocupar pacíficamente el cortijo
de El Humoso, perteneciente al duque del infantado. Durante años, los
vecinos recorrieron los nueve kilómetros de distancia entre el pueblo y
el cortijo día tras día, cortaron carreteras y reivindicaron su derecho a
trabajar la tierra.
Los enfrentamientos con jueces,
Guardia Civil, Gobierno y con la incomprensión de otros muchos
trabajadores se sucedieron sin descanso. En 1985, viendo que el Gobierno
les ignoraba, decidieron enviar a un grupo de 90 mujeres a Sevilla para
que se instalaran delante de la presidencia de la Junta de Andalucía.
Fueron detenidas y puestas en libertad durante nueve días seguidos, pero
no cesaron en su lucha.
Nunca se cansaron. Más huelgas
de hambre, más ocupaciones… Pasaron los años y a principio de los 90’
aprovecharon que la Expo de Sevilla se acercaba para trasladar de nuevo
sus quejas a la ciudad del Guadalquivir. Los vecinos de Marinaleda
fueron expulsados con contundencia, pero el corte de avenidas en Sevilla
tuvo su recompensa. Pocos meses después, el nuevo consejero de
Agricultura se comprometió a cederles las 1.200 hectáreas de tierra que
reivindicaban desde hacía casi una década. Habían ganado su lucha. Se
organizó entonces el trabajo colectivo mediante la creación de una
cooperativa popular, y la explotación de una tierra que hasta entonces
era en gran parte baldía.
Industrialización
Más
tarde, cuando vieron que con la tierra no era suficiente para acabar
con el paro decidieron crear industrias. Primero fue la del pimiento,
luego la de la alcachofa y más tarde las de las habas y el aceite. Este
salto cualitativo en la producción industrial era también propiedad
colectiva de todos los obreros. Hoy apuesta también por la aceituna de
mesa, entre otros productos de la tierra.
Marinaleda ha
seguido creciendo siempre conforme a sus ideales. Los jóvenes que no
quieren estudiar más allá de lo obligatorio, se inscriben a módulos de
albañilería, carpintería, fontanería… para aprender un oficio. Pero esos
oficios no se aprenden en un instituto, sino que su trabajo se hace en
la calle, restaurando edificios o construyendo viviendas para el resto
de los vecinos.
Autoconstrucción de viviendas
Porque
en Marinaleda funciona la autoconstrucción, ya que desde que comenzó su
particular lucha, la vivienda digna ha sido una obsesión. Primero
expropiaron y municipalizaron miles de metros de tierra en los
alrededores del municipio. Una vez conseguido el suelo, reivindicaron
ante el Gobierno Central y el Autonómico dinero para hacer viviendas. El
suelo, una vez municipalizado, lo ceden gratuitamente al
autoconstructor. También ceden los materiales, gracias a una serie de
convenios firmados con la Junta de Andalucía y obras del P.E.R. (Plan de
Empleo Rural).
El municipio aporta también albañiles
para que dirijan estas obras y el proyecto técnico de viviendas lo
realizan arquitectos municipales. En este proyecto pueden participar
activamente los autoconstrucotres para rectificar o modificar aquellas
cosas que quieran mejorar de sus viviendas. Por último, el
autoconstructor, reunido en asamblea, decide colectivamente el precio
que va a pagar por una vivienda al mes. Las últimas en construirse
tienen fijado una cuota de de 15 euros mensuales.
Es
decir, el ayuntamiento regala el suelo, pone los albañiles, los
materiales y el autoconstructor pone su trabajo y paga entre 15 y 30
euros al mes según la vivienda que se le ceda. Porque como dice su
alcalde, el único requisito para tener una casa en Marinaleda es no
tener un techo y tener ganas de trabajar. “La vivienda es un derecho y
no una mercancía”, añade.
Sistema asambleario
El
municipio funciona mediante asamblea. Los vecinos se unen varias veces
al mes en un recinto para votar por mayoría las decisiones que toman
entre todos y para seguir con las reivindicaciones que crean oportunas.
El alcalde dirige el debate y el pueblo vota y aprueba las medidas a
tomar.
Hoy en día, El Humoso es una marca de
aceite de calidad, que incluso vende por Internet. De ahí han salido
ocho cooperativas agrarias y una de transformación. Y todos los vecinos
cobran lo mismo: 40 euros al día, ya sea el encargado de la oficina, el
albañil o el que está en el campo"
1 comentario:
pero hay alguna manera de vivir alli?
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