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martes, 7 de marzo de 2023

Celebrar la nostalgia: 'Doctor en Alaska' y la tilde del adverbio sólo



Desde que Filmin la incorporó a su catálogo, Doctor en Alaska (Northern Exposure en inglés) ha hecho muy feliz a mucha gente sobre todo de mi generación y también a otras. Padres que la ven con sus hijos. Esta serie es de esas ficciones audiovisuales que acercan generaciones, familias y amistades. De lo que se trata es de celebrar la nostalgia bien entendida. No la que nos lleva a volver a tiempos pasados mejores que nunca existieron más que en nuestra frustración diaria por tanta pregunta sin respuesta, por tanta realidad que nos atropella sin avisar con el claxon antes, ni que sea por cortesía. La nostalgia buena. La que nos hace felices. Como esa manta que te echas, o te echan, por encima, mientras te tumbas en el sofá, con un colacao o un chocolate caliente, para disfrutar aún más de la ficción televisiva. 

Otro día hablaremos de la felicidad que también nos regala el cine en unas salas cada vez más vacías.

Hoy quiero hablarte de celebrar el pasado. Porque no se trata de volver a él. No queremos entrar en Cube y que resulte que ni siquiera lo protagonizamos. Convendremos en que ver Doctor en Alaska no es precisamente ir hacia adelante. Pero desde luego tampoco es ir hacia atrás.

Partimos de que lo progresista siempre es lo nuevo, los cambios. No hay nada que podamos objetar cuando alguien nos atiza con la pieza de ajedrez definitiva, la que siempre acaba soltándote un jaque mate en un abrir y cerrar de ojos: caminar hacia adelante. Es decir, es imposible escapar a la hostia con las vueltas que te da alguien cuando azuza la modernidad, sin caer en la ciénaga de los muertos y que te tenga que salvar Gollum. Es un laberinto sin salida, como el del hotel Overlook. Je. Jeje. Esta intertextualidad es muy fácil. Tenéis que haberla pillado.

Nadie quiere ser un antiguo, un rancio; nadie quiere contar batallitas ni agarrarse a la barandilla carcomida del pasado como lugar de destino. El monstruo de la nostalgia es ese bicho de muchas patas, una tela de araña que todo lo infecta, como hace cualquier enfermedad.

Sin embargo, abrazar el pasado a través de la cultura y el arte es, como las referencias, la luz a la que Carol Anne de Poltergeist debía dirigirse para escapar de los fantasmas. Y como todo el arte, la ficción audiovisual, especialmente la del pasado, es la risa a la que aludía Umberto Eco en su templo cinematográfico, El nombre de la rosa. Ya sabéis: la risa mata el miedo.

Además de las series y las películas, los libros, esos discos míticos de hace 30 años, visitar pueblos medievales, todo es un canto a la nostalgia. Y no por celebrarla en estos términos andamos hacia atrás de tal forma que acabaríamos viviendo en un pueblo pequeño y votando a Vox.

Pues con la tilde del adverbio sólo ocurre lo mismo.

Una última cosa antes de irme: ¡Viva la tilde del sólo! ¡Viva Doctor en Alaska! Y ¡viva ¿Qué fue de Baby Jane!

Y cuento al revés (letra de la canción incluida en el disco de pennylanebcn, 'Invítame a vivir', 2017)

Vivo en el sueño de otros.

Vivo en las líneas de enero.

Vivo en estas tijeras,

en márgenes y abracadabras.

 

Vivo en una ventana.

Vivo en tu paso de cebra.

Vivo en el telediario de azul desteñido.

 

 Me siento en un grito, me instalo en sirenas.

Aparto miradas y cuento al revés.

 Me siento en miradas, me instalo en un grito.

 Aparto cortinas y cuento al revés.


Vives en esta cerilla.

Vives en el sueño de otros.

Vives en ese portazo.

 

Y cuentas al revés

 











(Y cuento al revés, pennylanebcn, 29/05/2017)

Poema de: pennylanebcn.
Todos los derechos reservados.
Canción incluida en el disco de pennylanebcn, 'Invítame a vivir', 2017

 


viernes, 24 de febrero de 2023

Invisible

Invisible.
Ahogado. Empujado.
Desahuciada.
De recuerdos y casa.
Cerraduras cambiadas.
Buitres al acecho.
Invisibles las que pagan la guerra con sus cuerpos.
Desahuciadas de la infancia y el amor.
Atadas de manos y pies.
Invisibles en el Mediterráneo.



Poema de: pennylanebcn.
Todos los derechos reservados.
Foto: Ayuntamiento de Cartagena

martes, 14 de febrero de 2023

«Solo hay tres grandes estadistas: Stalin, Mussolini y Yo», «Stalin y yo somos los únicos que vemos el futuro»



Tal y como relata Sadurní en su artículo sobre el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, varios miembros de las SS, irrumpieron el 31 de agosto de 1939 en la emisora de radio de Gleiwitz (alta Silesia), con violencia y haciéndose pasar por alborotadores. Tras reducir a empleados y a un policía, el comando, en el marco de la 'Operación Himler', lanzó arengas en contra del Tercer Reich y del führer. Para acabar de preparar su falso casus belli, ejecutaron a un agricultor de 43 años al que antes habían drogado y vestido con un uniforme del ejército polaco. Le hicieron unas fotos al cadáver y los periódicos las publicaron. Esa fue la excusa, pero lo cierto es que Hitler ya había anunciado la invasión de Polonia días antes, en el llamado Discurso de Obersalzberg (22 de agosto de 1939), el que nos ocupa, dirigido a los altos mandos del ejército alemán cuyo tono y elección del vocabulario revela una mente psicopática y narcisista «Solo hay tres grandes estadistas: Stalin, Mussolini y Yo», «Stalin y yo somos los únicos que vemos el futuro», «Entenderé mi mano a Stalin […] y con él me dedicaré a redistribuir el mundo».

Hitler contravino lo pactado en el Tratado de Versalles en el que se consideró único responsable de la Primera Guerra Mundial, conminándole a abonar una importante cantidad de dinero a modo de indemnización (lección ya aprendida, al término de la Segunda) aumentando exponencialmente el gasto armamentístico. El gran sentimiento nacionalista en la cultura universitaria, en los industriales y en varios sectores sociales imbuidos por el pangermanismo, cabe señalar al rearme, la anexión de Austria, la invasión de Checoslovaquia, el corredor de Danzig, el acceso al Mar Báltico desde Polonia (el 'cordón sanitario' de Europa Central en su intento de frenar a la Rusia revolucionaria). Pese a que Alemania y Rusia firmaron el 23 de agosto de 1939 un pacto de no agresión, el 1 de septiembre de 1939, las tropas alemanas avanzaron hacia Polonia dispuestas a llevar a cabo las amenazas de la arenga de Hitler, «aniquilar sin piedad ni pena a todos los hombres, mujeres y niños de ascendencia o lengua polaca». En pocos días se desencadenó la Segunda Guerra Mundial, tras recibir Polonia el apoyo de Gran Bretaña y Francia.

En esta arenga se expresa la ideología nacionalsocialista (nazi), que entendemos como una forma de fascismo, en este caso la propia de la Alemania del siglo XX (o el franquismo en España). Emergió en Italia en la época en la que Mussolini aún era un simple director de un periódico el cual fundó en 1914, desde el que empezó a defender, adular y organizar como arma a los soldados de la primera guerra, trastornados, mutilados, traumatizados tras la Gran Guerra (1914-196). Tras haber sido partidario de entrar en la guerra, Mussolini arengó a las personas con estrés postraumático aún no diagnosticado, humillados y abandonados por las instituciones gubernamentales y la sociedad. Gracias al apoyo de estos soldados, Mussolini, y por tanto el fascismo, alcanzó el poder a finales de 1922. Como apunta Enric Juliana en el prólogo de 'Ultraderecha 2.0' (Steven Forti), la cuna del fascismo (y por tanto, del nazismo) tuvo que ver con los muertos derivados de, por un lado, la gripe española, y por otro, la guerra: uno 60 millones en todo el mundo (1918-1920) por la pandemia más unos diez millones por la contienda, más 20 millones de heridos (cifras aproximadas).

Esta ideología de la que hablamos se ha consolidado gracias al papel imprescindible de los medios de comunicación, justo como está ocurriendo actualmente, pero no solo. También tuvo que ver el clima de miedo e incertidumbre, de crisis, de precariedad. Aunque sin el altavoz de los medios de comunicación, este clima no hubiera desembocado en violencia sublimándose en un sentimiento nacionalista exacerbado.

En el marco de esta rima de la historia, de la que parece que hablaba Mark Twain, hoy también observamos esta deriva ideológica alimentada por periódicos y radios:  través de bulos, de problemas sobredimensionados, de demonizar a sectores vulnerables, parte de los periodistas acaban generando y afianzando un marco de deshumanización de los otros (migrantes, personas vulnerables, con formas de vivir diferentes, etc.), una estrategia, la del miedo, cuya ideóloga es la ultraderecha y cuyos ejecutores son los violentos, mayoritariamente hombres con un hondo y tergiversado sentido patriótico en el que defender al país implica reventar la democracia y negar los derechos y libertades de la mayor parte de la población.

Si bien es cierto que el  nazismo no es igual que esta denominada Ultraderecha 2.0 (en palabras de Steven Forti), sí tienen rasgos en común y objetivos similares. Y la prensa, como vemos, está teniendo un papel demasiado parecido al de la época. De ahí la necesidad de tomar conciencia de la gran responsabilidad social del periodismo para frenar este avance de los violentos que pretenden derrocar nuestras democracias, siguiendo las órdenes de altos mandatarios, políticos con escaño y oposición temeraria, como es el caso de varios países europeos, entre ellos, España.



Para leer el discurso, pinche
aquí.

viernes, 23 de diciembre de 2022

Que se queme todo

 Arden las avenidas y los protocolos de la vergüenza.

Arden las fronteras y las políticas migratorias.

Arden los cuerpos y fuerzas privadas, públicas, pero privadas.

Arden las mentiras y los recortes.

Arden las casas vacías y las puertas derribadas.

Arden los cementerios en el Mediterráneo.

Arden los bastones y las cunas desahuciadas.

Arden quienes menos tienen.

Arden las colas de hambre.

Arden mis réplicas y mi boca amordazada.

Arden horizontes que el eclipse te tapa.

Arden los nombres de los nadie que lo son todo.

Arden mis abrazos y mis ganas de dejar que se queme todo.

Arden mis deseos de meteorito y mis chistes de bebés sin médicos.


Un alud de incendios amenaza con devorarlo todo

y las eléctricas acaban de vaciar el último embalse.



pennylanebcn, 23/12/2022

Todos los derechos reservados.



viernes, 4 de noviembre de 2022

Hay dos formas de ser huérfana

Hay dos formas de ser huérfana. Una ya la sabéis. La otra es más difícil de explicar. Hablamos. Con algunas personas más que con otras. Si tienes suerte, además de hablar te comunicas. Y algunas veces, las mejores, te entienden. A veces la familia que te ha tocado y has elegido, te entiende. A veces, las amistades también. Y si vuelves a tener suerte, y no te acobardas, una de esas amistades se convierte en el amor de tu vida.

Entenderse. Comunicarse. Hablar incluso cuando ninguna palabra sale de tu boca. El privilegio de que las palabras sean algo más que letras. Entrar en la piscina y bucear. Salir y secarse al sol de abril.

Cuando no ocurre con el resto de las personas, tampoco lo echas de menos, porque nunca ha ocurrido antes y la nostalgia solo se sienta a tu mesa cuando sueles compartir la copa con alguien o la taza de café, según la hora que sea y según las coordenadas en las que pises descalza la hierba. Sin confianza, no hay puentes detonados. A veces te entienden y puedes compartir locuras o miedos, suponiendo que no sean lo mismo. A veces, eres río que fluye sin piedras ni troncos caídos. Pero a veces no.

Hay dos formas de sentirse huérfana. Una ya la sabéis. La otra viene en forma de vejez o enfermedad. Es la crueldad del paso del tiempo en el cerebro, las conexiones que a veces se rompen. La crueldad de cuando las palabras no llegan a donde deberían y la autodefensa que se atrinchera en el miedo ensombrece los ojos de quien ya no te entiende. Si tienes suerte, no siempre será así. Si tienes suerte, volverás a conectar y a cruzar el puente para llegar a esa persona.

Y si se te acaba la suerte, el tiempo, imparable, irá temblando bajo tus pies, un terremoto de incertidumbre y lejanía, que, de vez en cuando, te irá recordando que atesores los momentos que te quedan para hablar con esa persona y que te siga entendiendo incluso cuando estés callada.

miércoles, 15 de junio de 2022

Lo sé. Lo sabes. Lo sabemos.

Ahora ya sabes que lo sé. Y sabes que sé que lo sabes. Y yo sé que sabes que sé que lo sabes. Porque ahora ya sabes. Porque ahora ya sé que sabemos.


martes, 14 de junio de 2022

En llamas

Soy el meme de un meme. La tilde de un monosílabo. El autorretrato de una mujer incombustible en llamas. La que no arde, pero se quema.

Y así no

Ella era tilde y él, monosílabo. Y así no se puede.







Poema de pennylanebcn, 2022. Todos los derechos reservados.

Foto: Pixabay.

sábado, 11 de junio de 2022

Cucharita y cintas de VHS

Decía Galeano que recordar viene del latín y significa “Volver a pasar por el corazón”.

Cuando mi sobri tenía cuatro años nos sentábamos juntos en las escaleras, mientras comíamos un kiwi con cucharita y hablábamos de la vida. Con los dos peques jugábamos a sentarnos debajo de una sombrilla gigantesca de ‘La bella y la bestia’ a inventar historias. Y después de comer, tenía que sentarles uno a cada lado de la cafetera de cápsulas para que no se pelearan, mientras yo les indicaba qué fase podía hacer cada uno: tú dale a esta palanca; ahora, tú presiona este botón. La felicidad a veces es simple.

Fabricar recuerdos, lo llamaba mi hermana.

Los seres humanos amamos, queramos o no. Nos aman, queramos o no. De forma consciente o inconsciente. Nos protejamos o no, el amor entra muchas veces en nuestra vida. El amor en todas sus formas, incluyendo el odio. Nos atraviesa, nos deja marcas, borrones, huecos. Nos toca y nos deja la piel de otro color, con otro aroma. Pero en realidad, no es el amor el que nos cambia una y otra vez, sino los recuerdos.

Somos recipientes, cintas de vídeo de VHS, antiguas, medio estropeadas, con momentos que no queremos perder por si nos perdemos detrás con ellos. Rebobinamos tantas veces que acabámos cargándonos la cinta y el reproductor. Y aún así, seguimos conservando las cintas, aferrándonos a ese pasado que nos hizo mejores porque tenemos hambre de tiovivo. Nos hace sentir bien lo que ya conocemos, contarnos una y otra vez la misma historia. Saber lo que ocurre después, recuperar el control que nos arrebata el amor.

Confundimos tener el control con amar. Confundimos recuerdos con haber amado y haber sido correspondidos. Confundimos poder presionar el botón en el momento justo para parar la cinta y rebobinar las veces que haga falta con estar vivas.

La incertidumbre, ir en bici cuesta abajo. Enfundarte los esquíes y no tener ni idea de cómo vas a frenar porque no sabes esquiar y encima te aterra la velocidad. Fabricar recuerdos que rebobinaremos cuando no vivamos. Aburrirse, romper cosas, echar de menos, reír hasta llorar, buscarte.  Odiarte.

Antes de ser cintas de VHS, escribíamos cartas. El buzón era nuestro recuerdo del futuro. Cartas cuyas copias guardamos junto al reproductor de vídeo. Buscamos las pistas de quienes éramos para localizarnos en medio del océano. Las palabras que elegíamos cuando éramos otras personas. El amor que fuimos y dimos sin control. Un tiovivo de letras y verbos mal escritos porque sólo nos importaba contar una nueva historia.

Y antes de escribir cartas, nos sentábamos alrededor de la hoguera, inventando recuerdos para otras. Amando las historias y amando a quienes se dejaban atravesar por ellas. Siendo correspondidas por el fuego en unos ojos que buscan lo que no quieren perder.

Hay quien afirma que todo eso ya no existe. Que ya nadie se sienta un momento en las escaleras a ser tiempo con otra persona. Que el futuro no nos deja ver el pasado y nos emborrona los recuerdos. Que ya no sabemos que las buenas historias son lo que nos hace mejores.

Hay quien nos quiere convencer de que no somos historias y recuerdos de otras. No saben que somos los textos que otras necesitan para ser los textos de otras que serán los textos de otras.

Hay quien cree que ha olvidado fabricar recuerdos y por eso rebobina hasta cargarse la cinta de VHS, porque una vez amó y fue amado y ahora la rutina le dice que deje quietos los esquíes y la bici, no vaya a ser que se caiga y pierda las cartas, los sobres y la cinta.

Somos las historias que nos contamos, pero olvidamos contarles nuestra historia a otras, alrededor de un fuego, echando una carta al buzón o sentándonos en unas escaleras a comer un kiwi con cucharita.

Tenemos tanto miedo de asomarnos al futuro que pagamos fortunas por no bajarnos del tiovivo. Queremos contar un pasado que ya no existe. Queremos ser mentira. Y a veces lo somos.

Los seres humanos amamos, queramos o no. Nos aman, queramos o no. De lo que se trata es de fabricar recuerdos. De que me cuentes, alrededor del fuego, quién eres ahora, acurrucados debajo de la sombrilla de la Sra. Potts, inventando cuentos que un día rebobinaremos.

jueves, 9 de junio de 2022

Puerta

Soy Nueva Zelanda y he construido ‘La Comarca’ para que por esas puertas no quepa cualquiera, pero los meteoritos me golpean y siempre tengo que estar recolocando los espejos que me desvían de mi órbita.

martes, 7 de junio de 2022

Plancton y Louise Banks

«Plancton» significa a la deriva, errante. Viene del griego, como casi todo. Este conjunto de organismos es responsable de producir más de la mitad del oxígeno del planeta. Y, además, son seres acuáticos que secuestran millones de toneladas métricas de CO2, mientras se dejan llevar por las corrientes, como vagabundos del mar.

Muchas veces no sé cómo decir lo que quiero decir. Nunca lo he sabido. Y seguramente nunca lo sabré. Pero quiero traducir parte. Quiero y no quiero ser Rita. Y por eso leo. No leo lo que debería leer, casi siempre descifro lo que me sorprende, lo que me muestra lugares nuevos que desconocía. A saber, diccionarios y columnas de opinión. Libros también, claro, novelas de ciencia ficción. Ellas me llevan a otros mundos. Pero sin ancla, la tormenta se lleva este barquito a remos.

Desde 2010 iba a la biblioteca en mis horas libres. Cada día. Antes de matricularme para entrar en la universidad. Era Rita, de Educando a Rita. Antes de Rita era Susan, claro. Susan White. Los nombres. Siempre los nombres. Úrsula K. Le Guin lo sabía y me lo regaló. Encima de la mesa, cada día buscaba a mi Frank Bryant.

Pero no. Hubo un antes mucho antes de eso. Empecé a ser Eliza Doolittle. Fui tripulante de mi propio batiscafo, exploradora de palabras en las columnas de opinión. Recuerdo estar hambrienta. No de conocimientos, que también. Me moría de hambre de palabras nuevas. Necesitaba llenar mi casillero mental. Agua, comida y palabras. No recuerdo cuándo empecé a ser un náufrago. Sólo sé que sigo siéndolo. No creo que deje nunca de nadar en el océano. Soy una yonqui del lenguaje, de sus piruetas, de sus imágenes. Sin mi dosis, agonizo. Wilson. Quédate.

Ya. Suena muy tremendo todo, ¿verdad? Es más sencillo que todo esto. Simplemente, busco, busco y busco. Escribo como coartada, pero busco tesoros. Me paso la vida buscando tesoros, armas, herramientas, mis gafas de lejos. ¿Para qué? Pues no sabría decir. Supongo que para ser Rita. Quiero querer seguir aprendiendo. Descubrir cada día mundos nuevos, apartar velos y cortinas. Mirar por la ventana. Nombrar lo que no sé nombrar para explicar lo que no sé explicar. Quizá para defenderme. Quizá para atacar. Quizá para herir. Quizá para curar. No, curar, no. Estoy harta de curar. Quiero ser Louise Banks.

Y tampoco se trata de saber por saber, por demostrarles algo a los demás. Tampoco se trata de presumir. Es pura y simple supervivencia. No, tampoco es eso. Se trata de abastecerme. De aprovisionarme. Tengo sed y simplemente bebo agua. Y cuanto más bebo, más sed tengo. Diccionarios. Sí. Me avergüenza reconocerlo, aunque tampoco sé qué habría de malo en buscar la felicidad en el lenguaje y sus misterios. Me pasaba horas buscando palabras escondidas. Y mucho antes, en columnas de opinión.

Luego empecé la universidad. Sorprendentemente, aprobé los exámenes de acceso. A mi edad. 

Aprendo cosas a diario. Y he vuelto a mi primer amor, las columnas de opinión. Hay algo ahí que me llama desde el fondo del océano. Algo que me saca a la superficie y me lleva a flotar, a dejarme llevar por las corrientes marinas. Bioluminiscencia. Vida y luz. Vocablos, voz, promesa, ofrecimiento. Lengua. 

Besar es inventar un idioma. Aprenderlo. Ofrecerlo. Es un arma.

Verbos y adjetivos me ayudan a flotar y al mismo tiempo a llegar a tierra firme. Viernes son las palabras que me reinventan cada día. Viernes son mis asideros. Leo, releo, subrayo. Guardo letras ordenadas en miles de combinaciones, colocadas en cajitas preciosas que a veces recuerdo y a veces no. Pero están ahí. Hablando por mí cuando yo no encuentro la forma de explicar qué quiero.

Recuerdo estar hambrienta de palabras y combinaciones. No creo que nunca deje de estarlo. No creo que sea un camino de baldosas amarillas. Tengo sed. Simplemente bebo agua para poder comunicarme con los heptápodos.


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pennylanebcn, 2022. Todos los derechos reservados.


miércoles, 18 de mayo de 2022

Lo que puedo

Una excavadora muy lenta, con mucha paciencia.
Una canción que va curando y echando fantasmas.
Un pecho.
Que está sanando.
Que algún día volverá.
Mientras, me permito llorar una vez cada dos años.
Mientras, vivo y amo todo lo que puedo.
Y si me caigo, me recojo y bailo.

domingo, 24 de abril de 2022

Nada. Nunca. Siempre. Todo. (pennylanebcn, 2022)

Serás mi nunca y mi siempre.

Seré tu todo y tu nada.

Serás mi condena y mi arrecife de coral.

 

Seré tu noche en vela infinita y definitiva.

Eres. Soy. Nunca seremos. Pero fuimos.

Fuimos y siempre estaremos sin estar.

 

Gigantes y locos. Rotos y renacidos.

Cuerdos y devorando instantes.

Soy tu nunca. Eres mi siempre.

Y viceversa.

Foto de https://www.instagram.com/nasahubble/?hl=es


miércoles, 20 de abril de 2022

Y no entiendes

Subo al barco de las preguntas

y vuelvo a lanzar el ancla; ya sabes,

nunca sé si sabes que no sé.

 

Me pregunto si te preguntas si me pregunto

En cada embate, en cada cuerda de pozo.

No entiendo si entiendes que no entiendo.

 

Porque te nombro sin nombrarte

cada vez que me llamas sin llamarme.

Y no entiendes si entiendo que no sabes si sé,

cada vez que se cuela el frío de Neptuno

y descubrimos una nueva partícula.

 

Callamos a gritos en el desierto de nuestras dudas,

en el vacío que no es la nada, sino más preguntas.

Más respuestas que no sé si sabes que no sabemos.






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domingo, 3 de abril de 2022

Espacio

A veces, no hace falta salir al espacio en una nave
moviéndose a la velocidad necesaria,
para caer libremente de forma perpetua
sin llegar nunca a precipitarte
en el otro objeto sobre el que orbitas.

Dicen que es el tirón gravitacional. Pero no. A veces, no.




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sábado, 2 de abril de 2022

Extintor

Entre el deseo que pediste y el regalo que abres,
hay un astronauta con un extintor en el espacio.




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jueves, 31 de marzo de 2022

Torbellino


Un deseo engullido por el torbellino.
Por un remolino. En el mar
de una sala de embarque vacía.
Una espiral de mentiras
que una vez te contaste y te creíste.

Un deseo que viaja
a 300 000 km por segundo
y se pierde en el horizonte de sucesos.
Una libélula toca las manecillas del reloj
y descarrila el tren.

Y, pese a todo, sé que volverás a subir.
Somos vagabundos de las estrellas
que encallan en un Maelstrom.
Y al naufragar, un pesquero nos rescata.
Pero sólo para volver a encallar.

En una espiral de mentiras
que una vez me conté y me creí.


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jueves, 17 de febrero de 2022

Debajo de la alambrada









Debajo de los árboles.

En el fondo del océano.

En lo alto de la escalera.

En mis manos, cada día.

 

Arrugas que están en otra piel.

En mis ojos, a través del espejo.

El viento se lleva el globo rojo,

pero nunca demasiado lejos.

 

Reinterpreto el diccionario,

y olvido palabras que usé.

Aprendo a decir hasta pronto.

Aprendo a decir por qué.

 

Me arrastro debajo de la alambrada

cuando sueño despierta y para qué.

Para verme a través del espejo

sin verme en las arrugas del agua.

Sin que se me lleve el viento

mientras me tiran las olas.

 

Aprendo a buscar mentiras.

Y aprendo a descifrar recuerdos

del fondo del océano,

mientras olvido mis gafas de lejos.

Mientras olvido el por qué.






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miércoles, 5 de enero de 2022

Busque o no mi nombre en el reloj



Nievan tropos en pleno verano.

En un verano que es invierno

cuando la verdad viste de astronauta.

 

A la pregunta de ¿qué?,

sigo recto por el laberinto.

Me cambian las baldosas de sitio

busque o no mi nombre en el reloj.

 

Y juego.

Juego con las señales.

Me tropiezo con las ramas.

Abra o no la escafandra.

 

A la pregunta de ¿cuándo?

Intento perderme, sigo a las marionetas.

Apago el fuego y quemo la casa.

Salvo las comas del incendio.


Sé que nunca fue todavía.

Las mentiras siempre fueron ciertas

mientras siempre fue demasiado pronto.

Mientras siempre fue todavía.