Parece ser que, para algunos, amenazar de muerte e incitar al odio no merece ningún castigo ni ocupar todas las portadas, tertulias y agenda política durante varias semanas. No merece la cárcel decir que le pegarías un tiro a alguien, parece ser. Pero claro, depende de quién lo diga. O de quién sea el responsable del ayuntamiento.
El viernes 5 de Febrero los dos integrantes de “Títeres desde Abajo” fueron detenidos en el transcurso de su última obra, “La Bruja y don Cristóbal”, bajo la acusación de enaltecimiento del terrorismo. Una medida represiva que resulta extremadamente paradójica: es precisamente lo que denuncia la obra. Esto ocurrió en Madrid, donde gobierna Manuela Carmena.
Esa misma obra se estrenó en Granada el pasado 29 de Enero y se repitió el 31 del mismo mes. Y os preguntaréis ¿por qué en Granada no era enaltecimiento de terrorismo y en Madrid sí? ¿Será porque en Granada gobierna el PP y en Madrid, Carmena? Por supuesto. Desde que entró un gobierno que no les gusta, usan toda la artillería pesada mediática en un intento de golpe de estado muy burdo. Porque manipular y mentir para que la gente odie a los nuevos alcaldes y diputados es muy demócrata: todo el mundo lo sabe.
A poco que contrastemos la noticia de los títeres en otros medios encontraremos mucha información que los otros omiten. Para entender una noticia y sacar tus propias conclusiones debes tener todos los hechos; lo contrario se llama manipular: te digo solamente ciertas cosas y me callo el contexto, la frase real de la pancarta (Gora Alka-Eta no es lo mismo que Gora Eta, especialmente si se tiene en cuenta que formaba parte de una obra de ficción) o contar que era una obra de denuncia y ¡voilà!.. tú pensaras lo que yo quiero que pienses.
Da mucho miedo vivir en un país en el que te pueden poner alegremente en la cárcel por hacer denuncia en una obra de teatro. Por la misma regla de tres, a cualquier actor podrían encarcelarlo porque algunos representan a terroristas o dictadores. ¿Es eso lógico? Las obras de ficción son eso: ficción. ¿Qué sentido tiene acusar a un autor de lo que hacen sus personajes en sus libros?
Entonces ¿por qué están en la cárcel los dos titiriteros? ¿Por una obra de mal gusto que no era para niños? ¿Eso merece la cárcel? En su página web avisan y separan las obras entre las que son infantiles y las que no. Y recordemos que esta obra se ha representado dos veces antes en Granada el mes de enero (2016). Pero, repito ¿merece la cárcel una obra de mal gusto porque había niños delante? ¿Merece la cárcel el autor de un libro en el que un personaje es un violador, un asesino o un terrorista?
La respuesta es no. Porque encarcelar a los artistas, disidentes o manifestantes (algo que ocurre muy a menudo desde que gobierna Rajoy) es propio de dictaduras. En una democracia no debería ocurrir. La libertad de expresión no es tal si hay prisión o límites. Y si no hay libertad de expresión, la Constitución es papel mojado. Y España no es una democracia plena ni sana. Porque el mensaje que nos ha mandado el gobierno en funciones es: cuidado con lo que decís (o escribís en Twitter). Y no es la primera vez.
Algunos llevan mandando tanto tiempo que creen que España es de su propiedad. Creen que ellos deciden qué está bien y qué está mal (aunque varíe en función de quién sea el protagonista); consideran que son los defensores de la democracia, la libertad, los principios morales y éticos. Sí, esos que nos roban, nos mienten, nos encarcelan por hacer obras de teatro o títeres. Esos, los que huyen de la policía con el coche, los que cobran mordidas por cada construcción, los que son amigos de narcotraficantes y dictadores (como Obiang). Esos son los que deciden qué es delito, qué es inmoral, qué merece la cárcel.
En fin, cada vez da más miedo hablar y escribir en Twitter, la próxima en ir a la cárcel podría ser yo por decir lo que pienso. ¿Sería ridículo? Pues claro, pero lo de los títeres también, y ahí llevan varios días incomunicados. Nos quieren callados y amordazados.
Y claro que esto no es una dictadura. Pero cada vez más historiadores, juristas y catedráticos tienen más claro que esto tampoco es una democracia.
Esta es la sinopsis de la obra, por si tenéis curiosidad:
“La Bruja y don Cristóbal” procura representar, bajo las figuras recurrentes de cuentos y teatros, la “caza de brujas” al movimiento libertario que ha sufrido en los últimos años, con los montajes policiales estilo “Operación Pandora”. La obra está protagonizada por una bruja, que representa a las personas de mala fama pública, y que se ve en la situación de enfrentarse a los cuatro poderes que rige la sociedad, esto es: la Propiedad, la Religión, la Fuerza del Estado y la Ley. La protagonista está en su casa, y, en primer lugar, su vida es interrumpida por la aparición del “Propietario”, que resulta ser el legítimo poseedor legal de la casa donde vive. No existen monjas violadas; bajo la forma de los muñecos, los adultos podemos comprobar que el propietario decide aprovecharse de la situación para violar a la bruja; en el forjeceo, la bruja mata al propietario. Pero queda embarazada, y nace un niño. Es entonces cuando aparece la segunda figura: una monja, que encarna la Religión. La monja quiere llevarse al niño, pero encuentra resistencia en la bruja, y en el enfrentamiento, la monja muere. Es entonces cuando aparece el Policía, que representa la Fuerza del Estado, y golpea a la bruja hasta dejarla inconsciente, y tras ello, construye un montaje policial para acusarla ante la Ley, colocando una pancarta de “Gora Alka-ETA” sobre su cuerpo, que intenta mantener en pie para realizar la foto, como prueba. A partir de este montaje policial, surge la cuarta figura, que es la del Juez, que acusa, y condena a muerte, a la protagonista, sacando una horca. La bruja se las arregla para engañar al juez, que mete la cabeza en su propia soga, y la aprovecha para ahorcarle, para salvar su propia vida.
Para terminar quiero dejar claro que defiendo la democracia, la libertad de expresión, los derechos que contempla la Constitución. Y condeno totalmente la violencia, el terrorismo y cualquier enaltecimiento al odio. No defiendo la violencia en ningún caso.
Y no defiendo la cárcel como medida represiva para actos de ficción o para detener la disidencia en ningún país: ni en Venezuela ni en España. Porque eso es propio de dictaduras.
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