Se me enredan las piernas.
En una palabra.
A veces, uso tus ramas,
ya ves, para no tropezar y caerme de nuevo.
Un árbol lleno de cuentos
en otros idiomas
que rompe el cemento,
a patadas, indignado.
Prepara los remos, me susurra en tus sueños.
Raíces que tosen
con el humo de tu ciudad.
Señales de prohibido,
fronteras,
el muro mudo ignorante de los cobardes.
Aparto letras y acentos,
agujas de coser.
Es verdad,
las pesadillas son distintas.
Ya no sé por qué grito. ¿A quién le importa?
Enciendo la luz
y busco la frase de un dedal.
Estará sin terminar.
Un viejo proyeccionista
de cine mudo,
fuma espejos por respuestas en el balcón.
La espera está distraída.
Mientras, cada septiembre
construyo mi casita azul del árbol
con buzón y un columpio.
Nunca se sabe. Mis manos son distintas ahora.
La espera está distraída
y mientras, cada noche,
alguien lee cartas de un desconocido.
No sé si es calle o es puerto.
Nunca se sabe cuándo quién dice qué.
Es verdad que a veces
se enreda con las sombras,
tropieza y se cae con tus miedos.
Es verdad que sus manos son distintas ahora.
Pero, de vez en cuando
pasa la página,
sale y prepara los remos.
Enciende la luz,
cierra la mesita de noche,
se enreda con una palabra del dedal
y vuelve a ser barquito con cáscara de nuez.
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