Se inclinan las olas mientras susurran preguntas.
Escucha bien, es el insomnio de este vaivén.
Un secreto enterrado en inviernos,
un desorden de pasos sin besos, sin barca de coral.
Tras la puerta, un puzle se acerca despacio.
Tras los escombros, un baúl se abre en el incendio.
Escapan silencios y horas como cabellos de Pele.
¿De qué puerto desembarca este hábito de niebla?
¿Y si no fuera niebla, sino abrazo?
Aquí, escucha. Se inclinan los sueños, construyen ojos abiertos.
Escucha bien, son tus manos desatadas.
Dedos hambrientos que no saben dónde van.
Y siempre están izando vela, buscando el tesoro.
Domingos sedientos deslumbran mis costillas,
mientras desentierran caracolas de arrecife.
Ya ni sé si buscan la salida del laberinto.
Ya ni sé si se suben al árbol para atrapar tu nombre
durante el día sin sombra del año cero.
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