La mentira está estigmatizada injustamente. Todos mentimos. ¿Y tan malo es? Claro que, hay muchos tipos de
mentiras. Hablemos de las blancas, las inocentes. Las piadosas. Y a veces, la verdad, se convierte en la peor
de las mentiras.
Hay millones de razones por las que no decimos toda la
verdad o la disfrazamos. ¿es lo mismo ocultar datos que mentir? ¿Es lo mismo
que no decir toda la verdad?
En el trabajo es
donde más mentimos: al hacer el currículum y aún más en la entrevista cuando
nos preguntan sobre nuestros puntos fuertes y débiles. La alternativa es no conseguir el trabajo.
¿quién puede culparnos de mentir cuando decimos que nuestro peor defecto es ser
demasiado metódico, si eso nos abre las puertas al mercado laboral de nuevo?
Mentimos a la gente
demasiado curiosa, a los que no entienden que necesitamos un poco de espacio
personal. Mentimos a los que pretenden convencernos de que ellos saben más que nadie
sobre lo que tú debes hacer sin comprender que no están en tus zapatos, a los
que intentan obligarnos a actuar contra nuestra conciencia contra quienes según
ellos se aprovechan de nosotros.
Deberíamos mentir a un amigo cuando lo que más necesite sea
un rayo de esperanza y no la cruel realidad, Deberíamos mentir si con eso
conseguimos que alguien sea un poco más feliz.
Un buen amigo no es el que hace
que te estrelles con la realidad, si no el que está a tu lado en los malos
momentos, apoyándote.
La verdad tiene muchas caras y algunas acaban convirtiéndose
en sádicas. Aunque también se puede decir con cuidado, sin ofender, algunos
optan por hacer daño con la excusa de LA VERDAD. Pero la verdad, por muy bien
que suene, sólo es necesaria si hace más bien que la mentira.
Metira o verdad. Las dos son
armas. Las dos pueden ser regalos. Sólo hay que saber cuándo usarlas.
Si pretendes acabar con la mala conciencia , quizá deberías
preguntarte si esa es la única razón antes de soltar la verdad sin anestesia,
como si fuera una mina antipersona.
Si la verdad hará bien a alguien más aparte
de a ti mismo, quizá sea la única razón que merece la pena para no mentir.
No es una virtud decir la verdad pase lo que pase. Es
simplemente otro acto más de egoísmo, donde lo único que nos importa, somos
nosotros mismos, nuestra conciencia.
Así que, al final, ‘la verdad del tipo le pese a quien le pese’, el sincericidio’ que decía Benedetti, al final,
no es más que la peor de las mentiras:
autoconvencernos que es la mejor de nuestras virtudes, cuando en
realidad es un abuso, un arma que mata.
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