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lunes, 19 de octubre de 2020

Quiero quemarme. No quiero que quede nada para nadie más.




Tejo locuras en cada almohada sin sueño.
Vuelo futuros que no llegan nunca, 
como esa cometa que aún no he aprendido a hacer volar.
Amo. Amo con urgencia. Con ansia de llegar al destino.
Y el cable del teléfono anda medio estropeado.

Bailo canciones que aún no hemos escrito.
Soy la loca que aúlla a la luna,
la que escapó del manicomio para escribir que amo.
Y me encuentro señales de direcciones prohibidas
y calles medio borradas que no acierto a descifrar.

Y el cordel de la cometa se me escapa de las manos
y yo grito junto al viento que quiero saltar al otro lado.
Y pongo las letras sobre la mesa para ordenarlas
y la palabra mañana lo tapa todo y no me deja ver.

Y las manos me queman, me quema la voz
me aferro a este hierro candente
y tengo sed, urgencia de notas y presentes.
Abro regalos y lloro. Porque quiero llegar.
Quiero que tu locura acaricie la mía.
Quiero que echemos la puerta abajo, futuro que nunca llega.

Y corro kilómetros de impaciencia, sin aire, sin piernas.
Y todo me sabe a urgencia. A pronto, pero no. 
A que nunca llega la hora. Y salto, pero no. 
Y oigo que me llamas, pero el teléfono tiene interferencias.
Y nunca llego. Nunca llegas. Y grito. Grito ausencias.

Si alguna vez amé con calma, no era yo. Yo soy esta: La que grita.
La que suplica al viento, a los rayos  que caigan sobre mí y me fulminen.
Para darme la vida. Para que yo pueda dártela a ti. Y resucitemos al fin.
Quiero quemarme. No quiero que quede nada para nadie más. Ahora.

sábado, 17 de octubre de 2020

Sin brújula, me pierdo por el bosque.




El día en el que dejaste de pronunciar mi nombre,
ese día, ¿recuerdas? (iba a poner de huracanes, pero, no)
olvidé quién era y lo que quería ser de mayor.

No es que te necesitara desesperadamente.
No es que no pudiera vivir sin ti. No, no es eso.

Es que yo, sin brújula, me pierdo por el bosque.
Nunca he sabido dónde está el norte.
Y entonces las olas me llevan a donde no quiero.
Y la noche es muy oscura con tanta contaminación.

No es que seas mi faro. Es que eres la luna que refleja mi luz.
No es que sea tu luz. Es que soy la luna que refleja tu faro.

martes, 13 de octubre de 2020

Hablabas solo, loco, desesperado.



Escribiste un libro. No. Escribiste diez libros. Uno cada año.

Buscabas la cura de nuestro insomnio.

Te sangraban los dedos, conjurando hogueras.

Buscabas pócimas, para el hechizo, en ese caldero mágico.

Lanzaste los muebles por la ventana. En casa, te miraban raro.

 

Te revolvías el pelo, caminabas de un lado a otro,

Animal enjaulado, enfermo en fase terminal de la rutina.

Inercia de vida amable; dejarse querer, sin elegir.

Sonidos mentales, cama deshecha. Destierro de tu paraíso.

Perderse, perderse y perderse. Buscarlo todo. El infierno.

 

Escribiste una canción. No. Escribiste cuatro mil canciones.

Una cada día. Te subiste al andamio. Cinco escaleras.

Un globo. Una noria. Manojo de escarcha en tus manos.

 

 En casa, te miraban raro. Ya no te entendían.

Igual nunca lo hicieron. Qué fácil es no arriesgarse.

Las luces te ciegan. Qué fácil es confundirse de canción.

 

Hablabas solo, loco, desesperado. Fatigado de no encontrar.

Buscabas el mapa. Buscabas las cartas. La palabra exacta.

No mediste. Te dio todo igual. Lo arriesgaste todo.


Buscabas mi nombre verdadero. Buscabas la cura de tu insomnio.


sábado, 10 de octubre de 2020

Me da pánico volver a sentirme como una idiota



No entiendo muy bien qué ha pasado. Había decidido tejer de odio esta colcha. Ensayaba un desprecio en el espejo y, en la ducha, te rechazaba. Rechazaba tus declaraciones; te empujaba; te declaraba la guerra; te lanzaba por el despeñadero y te decía ya es tarde. Así te odiaba. Ferozmente. Nunca nadie ha odiado tanto a nadie como yo a ti (y seguramente tú a mí).

Y ahora, me da pánico volver a sentirme como una idiota. 

Me prometí no dejar de odiarte jamás. Deseaba encontrarme contigo; deseaba tu mano rozando mi brazo, levemente, como antes, ¿te acuerdas?, de decidir odiarte; deseaba escuchar que... que me pedías perdón... que... no sé. No sé qué deseaba escuchar. Y yo, poniéndome mi mejor máscara, deseaba ferozmente hacerte daño. Cuánto deseaba encontrarte, confesando que me amas y que nunca dejaste de hacerlo. Cuánto deseaba poder rechazarte. Cuánto deseaba verte de nuevo. Verte y verme de nuevo en tus ojos. No entiendo muy bien qué ha pasado. Te juro que había decidido odiarte para siempre.

 Ya sabes que siempre se me dio muy bien engañarme. Como cuando me convencí de que no te amaba. Como cuando me convencí de que, en realidad, tú no me amabas.

 Y ahora, me da pánico volver a sentirme como una idiota.



miércoles, 7 de octubre de 2020

Aunque luego, ya sabes: Abro los ojos y mil calles.

Peggy Choucair


















Somos esta hoja en blanco que tengo enfrente.
Este bucle infinito. Hay que salir de estas vías.
La vida tan lejos y yo, manos atadas.
Tendrás que fiarte de mí. Y de ti, amor.

Te beso. Cambio tus manos por las mías.
Subo la apuesta y te beso. ¿O es al revés?
Aunque luego, ya sabes: Abro los ojos y mil calles.


Somos el gesto, la piel que memorizamos a tientas.
El silencio de tus labios en los míos.
El sol de un pentagrama que enciende la luz.
Aunque luego, ya sabes: Abres los ojos y mil calles.
Tendrás que fiarte de mí. Y de ti, amor.

Porque me duelen tus labios tan lejos.
Cerrar los ojos para escuchar tus latidos. Que son míos.
Recorro la curva de tus sueños y tu almohada.
Sé que duermo mejor contigo.
Sabes que sueñas mejor conmigo.
Aunque luego, ya sabes, despertamos, y este muro.


Sales de tu vagón de cristal. Recorres esta distancia.
Subes la apuesta y confías. En ti, en tus ganas. 
En tus presagios. En mí. En mi bandera blanca. En mis ganas.
Confías y rompes la burbuja que te separa de mis labios. 


Ni un paso atrás, amor, ni un paso atrás.
Cambias tus manos por mis labios.
Subes la apuesta a todo, rojo, par.
Mueves la pieza correcta del ajedrez,
subes la apuesta y me besas. ¿O es al revés?
Tendrás que fiarte de mí. Y de ti, amor. ¿O es al revés?








martes, 6 de octubre de 2020

Frío como el infierno - Benjamín Prado

Roma, 1995













Estamos en invierno y esto es Roma
y tú no estás.
Yo voy de un lado a otro
de tu nombre,
lo mismo
que un oso en una jaula;
marco un número;
pongo la radio, escucho una canción
de Patti Smith dar vueltas dentro de Patti Smith
igual que un gato en una lavadora.

Estamos en invierno y yo busco un cuchillo;
miro la calle;
pienso en Pasolini;
cojes una naranja con mi mano.

Y esto es Roma.
La nieve
convierte la ciudad en una parte del cielo,
ilumina la noche,
deja sobre las casas su ángel multiplicado.














Y tú no estás.
Yo cierro una ventana,
miro el televisor,
leo a Ungaretti,
pienso:
la distancia es azul,
yo soy lo único que hay entre tú y este frío.
Estamos en invierno y esta ciudad no es Roma
ni ninguna otra parte.
Miro atrás
y puedo verlo: acabas de apagar una lámpara;
has cerrado los ojos
y sueñas con un bosque;
de repente
alargas una mano,
buscas una manzana
que está en el otro lado de la mujer dormida...

Mientras,
yo odio este mundo frío como el infierno
y el cansancio que caza lentamente mis ojos;
odio al lobo que has puesto en la palabra noche
y la forma en que llenas la habitación vacía.
Odio lo que veré
desde hoy y para siempre: tus pisadas
en la nieve de Roma, donde nunca has estado.





De "Todos nosotros" 1998

lunes, 5 de octubre de 2020

Cómo convencerte, amor. Cómo lograr que no dudes.

Jardines Tívoli. Copenhague. Dinamarca.
















Y ahora me doy cuenta. 
Llevas años sentado en la escalera. 
Silbando mi melodía.
Y ahora, los miedos de antes son otros. 
Ya no dudo, ¿recuerdas?

Y ahora, sé que me buscas. 
Me llamas con señales de humo, 
tambores indígenas.
Sé, por fin, que sin mí, 
tú eres un poco menos tú y más renuncia.

Y ahora, mis temores se visten de lunes. 
Cómo convencerte, amor. Cómo lograr que no dudes.
De que yo te busco igual, te llamo igual. 

Con fotogramas de nuestra película.
Con un acelerador de hadrones 
y todas las palabras del diccionario combinatorio.

Busco, subrayo, tarareo. 
Canto nanas, escribo cuentos, 
hilo de colores para coser tu sombra de nuevo.

Salto en la cama, miro al cielo, 
escucho el canto de cernícalos, gorriones y ojalás.
Y ahora, no sé si sabes que te busco, 
que te llamo, amor. Y rebusco entre mis cajones.

Y pruebo todas las llaves 
de la caja de los recuerdos.
Para decirte que yo sin ti, soy un poco menos yo.

Para decirte que eres 
las notas que sueño en la armónica
y las que afinan la guitarra que no sé tocar
y el quitalele que podría aprender a tocar. 

Para decirte que eres
películas en blanco y negro, los peldaños y la cuesta.
Esa que primero se sube para llegar a la cima
y luego la bajas despacito, sin prisa, con futuro.

Pruebo las llaves y aprendo
que el presente es convencerte, para que no dudes, amor.
Para que no dudes y te subas al tiovivo.
Ya no te vas a caer. Soy Casiopea, ¿recuerdas?



sábado, 3 de octubre de 2020

Vamos despeinados, qué importa. Volemos la cometa.


Pixabay


















Ahora tenemos perspectiva. He subido los escalones

Y antes de encender las luces del patio, hemos sacado la basura.

Yo no te rescaté del lodo. Te rescataste tú solo.

Tú no me rescataste del laberinto. Salí yo sola.

 

Antes no veía muy bien. Me cegaba David Bowie

(las gafas de lejos, que se empañan).

Me hipnotizaba y yo pensé que quería ser princesa.


Pero no. Quiero subir escalones y bajar cuestas. Quiero ir sin frenos.

Ahora tenemos perspectiva, hace viento, mucho viento.

Vamos despeinados, qué importa. Volemos la cometa.

 

Somos el ancla de un barco que encallaba en cada rompeolas.

Somos timón y timonel que ahora deciden hacia dónde.

Ventilamos la casa, olía a cerrado; a fantasmas, ya sabes.


Vamos a enfundarnos unos patines y, de la mano, quizá no caigamos.

Y si caemos, pues caemos. Qué importa. Sobrevivimos al naufragio.

Y a veces, los perdedores también ganan.

 

Quiero que otros locos recuperen la esperanza. Vivir no es renunciar, sino soñar.

Sobrevivimos a la inundación, al miedo y al olvido.

Y qué importa si somo luz de otoño, mientras aún tengas el fuego.

Y qué importa si tenemos más años y menos pelo.


Hemos inventado un lenguaje nuevo. Uno distinto a todo.

Somos polisemia encriptada, acertijos en la distancia.

Yo no quiero ser princesa. Ni reina. Ni musa. Bájame del pedestal.


Quiero que Jim Henson se suba a mi escalón y me dé la mano.

Quiero que me enseñe a hacer marionetas y vivamos en un circo de locos.

Quiero mi cama elástica. Soy Nora. Y quiero mi cama elástica. 


EFE/Bruna Cristiana
 





















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PI se publicará el próximo 5 diciembre de 2020. Iremos adelantando poemas (¡y algún relato!) durante estas semanas. Dadle a seguir el blog o seguidme en https://twitter.com/pennylanebcn