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martes, 17 de julio de 2018

Hombres y mujeres somos personas independientes, no necesitamos al otro género para ser alguien

Ayer por la mañana fui a recoger el coche del taller, El dueño, un señor de mediana edad educado y respetuoso me dijo "ya te lo saco yo". Conduzco desde hace veinte años, aparco mejor que mi marido y sé salir de cualquier sitio marcha atrás. Como cualquier hombre, vamos,
Pero ese señor de mediana edad dijo eso y pensé: "bah, déjale, pobre, si le hace ilusión hacerme ese favor quién soy yo para quitársela".

Y me di cuenta en ese momento de que la sociedad patriarcal no solo nos ha negado a las mujeres, también a muchos hombres, ser personas independientes, ser nosotros mismos y no gente en relación al otro género. Me explico.

Las mujeres hemos sido sometidas al marido por la independencia económica, lo mal visto que estaba y por la obligación social, moral y religiosa de que si eras mujer tenías que ser madre abnegada, esposa que tiene su casa siempre limpia y que le lleva la ropa planchadísima a su marido, y por supuesto la que hace la compra, la comida y cuida de los hijos. Con todo ello, la mujer solo podía ser la criada gratis de cualquier marido y dejarte hacer sexualmente lo que él quisiera, incluso pegarte para corregirte (la Iglesia lo ha justificado siempre). Así pues, nos hemos tenido que reinventar. Hemos tenido que intentar ser personas independientes económicamente y sentimentalmente. Cada vez estamos un poco más cerca de lograr que la sociedad nos trate como a personas y no como a mujeres de, madres de. De crear nuestro propio rol y abandonar el que nos impuso la sociedad.

Pero ¿y los hombres? Hay quienes se han aprovechado de su poder y lo han ejercido, con abusos. Pero muchos otros, simplemente fueron obligados a tener un rol que no habían elegido (igual que la mujer, pero sin la violencia física y sexual y la obediencia sumisa): el hombre que no llora, que tiene que ser el fuerte de la familia y debe proveerla, pase lo que pase. Si le despiden, se siente un fracasado. Si se jubila, se siente un fracasado. Y si la mujer ya no depende de él económicamente y es perfectamente capaz de hacer todas las cosas que hace el hombre, ellos se preguntan "¿Y ahora para qué sirvo yo?". Su rol siempre ha ido ligado de forma artificial a cuidar y proteger a la mujer, pero ella sabe protegerse sola. ¿Entonces, qué les queda a ellos? ¿Quiénes son si no pueden cuidar de la mujer?

Quizá sea un buen momento, para aprovechar la cuarta ola feminista para que todos esos hombres buenos y decentes miren dentro de sí mismos y busquen quiénes son en realidad: qué cosas pueden hacer y les gustaría hacer, sin que tenga que ver con las mujeres. Hay infinidad de opciones, pero deben sentarse, hablar, reflexionar y entender que los hombres también sois personas, independientes y que en realidad sois mucho más que el que debe proveer a la familia o ser un fracasado cuando eso no es necesario o hay un ERE en vuestra empresa.

Ahora, a los hombres os toca reinventaros para saber quiénes sois en realidad. Exactamente igual que nosotras.

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