Vuelo futuros que no llegan nunca,
como esa cometa que aún no he aprendido a hacer volar.
Amo. Amo con urgencia. Con ansia de llegar al destino.
Y el cable del teléfono anda medio estropeado.
Bailo canciones que aún no hemos escrito.
Soy la loca que aúlla a la luna,
la que escapó del manicomio para escribir que amo.
Y me encuentro señales de direcciones prohibidas
y calles medio borradas que no acierto a descifrar.
Y el cordel de la cometa se me escapa de las manos
y yo grito junto al viento que quiero saltar al otro lado.
Y pongo las letras sobre la mesa para ordenarlas
y la palabra mañana lo tapa todo y no me deja ver.
Y las manos me queman, me quema la voz
me aferro a este hierro candente
y tengo sed, urgencia de notas y presentes.
Abro regalos y lloro. Porque quiero llegar.
Quiero que tu locura acaricie la mía.
Quiero que echemos la puerta abajo, futuro que nunca llega.
Y corro kilómetros de impaciencia, sin aire, sin piernas.
Y todo me sabe a urgencia. A pronto, pero no.
A que nunca llega la hora. Y salto, pero no.
Y oigo que me llamas, pero el teléfono tiene interferencias.
Y nunca llego. Nunca llegas. Y grito. Grito ausencias.
Si alguna vez amé con calma, no era yo. Yo soy esta: La que grita.
La que suplica al viento, a los rayos que caigan sobre mí y me fulminen.
Para darme la vida. Para que yo pueda dártela a ti. Y resucitemos al fin.
Quiero quemarme. No quiero que quede nada para nadie más. Ahora.
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